Monday, October 29, 2007

Esto se gana con goles.


Juan Carlos Silva ya tiene qué contarle a sus nietos: tras un intrascendente primer tiempo, terminó convirtiéndose en la figura de la edición 199 del Clásico de clásicos.

Sólo el destino sabrá qué rumbo tomará la carrera de este joven jugador, pero anoche el futbol se encargó de ponerlo en el anecdotario dorado como el hombre que decidió hacia qué lado se tenía que inclinar la balanza en el duelo entre América y Guadalajara.

Sí, fueron tan sólo un par de destellos fulminantes, pero con eso bastó para ponerle freno a unas frenéticas Chivas que quizá merecieron irse con algo más de la cancha del estadio Azteca.

Y es que, aunque se odien los lugares comunes, para definir el partido de anoche en el coloso de Santa Úrsula, queda como anillo al dedo aquello de que esto se gana con goles. Porque los merecimientos fueron todos para el Guadalajara, el equipo mandón de la helada noche dominguera, y al que -para seguir con los lugares comunes- sólo les faltó meterla para hacer patente en el marcador la realidad de lo que sucedió en la cancha. Si se contaran las llegadas de real peligro que tuvieron las Águilas frente al arco de Luis Michel, quizá ni siquiera sumarían la mitad de las que generó Chivas en la meta del portero Guillermo Ochoa.

Pero entre la inspiración del Torito Silva, los postes, y, para variar, la actuación salvadora de Ochoa, a los dirigidos por Efraín Flores el futbol prefirió dejarles la justicia para otra ocasión. Pero América también tuvo su mérito. Tras los dos goles de Silva, Chivas se metió rápidamente otra vez al partido a través de Omar Bravo, y a partir de ahí, el encuentro se convirtió en un verdadero calvario para los jugadores del equipo de Coapa que tuvieron que aguantar a pie firme la fuerte arremetida de los tapatíos hasta que terminó el encuentro.

Fue ahí donde las Águilas sufrieron más, porque a pesar de la dinámica, a veces desordenada, pero peligrosa al fin, del Rebaño, los dirigidos por Daniel Brailovsky se plantaron bien atrás y utilizaron el contragolpe como el mejor antídoto para ir bajando de a poco los ímpetus de su rival.

Y fueron las fallas en el último toque las que quizás le impidieron a los amarillos aumentar el marcador.

Ya ni siquiera los cambios que realizó el técnico de Chivas, todos ellos de carácter ofensivo, pudieron cambiar la historia de este encuentro, porque cuando algún engranaje falló en la maquinaria americanista, apareció Memo Ochoa para poner en calma otra vez la situación.

Al América, para bien o para mal, se le está haciendo costumbre que su arquero se convierta en una de las figuras de sus partidos.

Quién sabe qué le deparará el futuro a cada uno de estos equipos, pero pase lo que pase, los dos pueden estar tranquilos de que no sólo cumplieron, sino que rebasaron las expectativas que se tenían sobre este partido después de que a mitad de semana, en la Copa Sudamericana, las Chivas vivieron su noche trágica ante el Arsenal, y América sufrió demasiado en Brasil ante el Vasco da Gama.

Era matar o morir, y mientras hoy las Chivas ya sacan el ábaco para ver sus reales posibilidades de liguilla, América se encuentra más vivo que nunca al colocarse tan sólo a seis puntos del segundo lugar de su grupo, el Atlante, al cual visitará el próximo miércoles -en la jornada doble- en la cancha del estadio Andrés Quintana Roo.

Aunque se odien los lugares comunes, en el Clásico número 199 quedó claro que esto se gana con goles.

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